Dice la leyenda que una vez el águila del norte y el cóndor del sur danzaban por el aire creando sonidos que a los habitantes de los valles de todo el planeta les zumbaba los oídos como una música permanente que entregaba consejos y lecciones, experiencias y vivencias de tierras lejanas, y que a través de esto los hombres se hicieron sabios, permitiendo ordenar las cosechas y pastorear los animales, comprender las estaciones del año y entender los tiempos y ritmos de la Madre Tierra. Eran épocas de convivencia armoniosa entre nosotros los humanos y la tierra, eran épocas en donde escuchar esta música del cielo en las alas del águila y el cóndor permitía vivir en calma y paz. Simplemente había que detenerse y escuchar. Los antiguos -nosotros mismos en otros tiempos- a esta comunicación entre la naturaleza y los humanos, le llamaron Visión. Luego hubo un momento extraño y desconocido en que fuerzas extrañas nos enemistaron con la naturaleza, con otros pueblos y con nosotros mismos, separándonos de esta sabia conversación, y creamos una ciencia basada en los calendarios y las evidencias, y cada vez fue mas difícil escuchar la música de la Tierra… se nos olvidó escuchar e interpretar esta música.
Cada cierto tiempo, cuando nos invadía la confusión y la melancolía de no saber cómo convivir entre nosotros y la naturaleza, es que tomábamos nuestros abrigos y partíamos a la montaña, simplemente a mirar desde arriba en silencio, y en ese respirar, en ese vacío, en ese silencio, aparecía una voz intuitiva llamada conciencia que nos hacía atesorar algunos acordes de esa música y que, luego de algunos rezos y cantos, nos permitía volver a tener la visión necesaria para estar en calma y en paz. A esto le llamaban La Búsqueda de Visión.
La Búsqueda de Visión es una muy antigua manera para escuchar las palabras de la Madre Naturaleza. La Búsqueda de Visión es ponerse ante la magnitud del Gran Misterio donde podemos ver, escuchar, sentir y tocar la vida que viene desde los más recónditos lugares. Es además, el mejor lugar donde uno puede dejar su envoltura humana y dejar a su alma volar hasta el límite de sus fuerzas, ser uno con la naturaleza, en los brazos de la Madre Tierra.
Se sube a la montaña de una manera respetuosa y sagrada en búsqueda de Sabiduría. Se hace una pausa en nuestro camino, nos detenemos ante la vista de todo ese “abajo” y se está en actitud de oración para sumergirnos en nuestro mundo interior. El propósito es conocer y obtener las herramientas necesarias para la realización de nuestros sueños, como también la comprensión de las complejidades humanas. El resultado, es el enriquecimiento de nuestras vidas en forma integral.
Subir a la montaña representa también retornar al vientre de nuestra Madre Tierra, cada persona es plantada otra vez como semilla en el vientre sagrado del planeta y obtener todo su amor y trascendencia para volver a escuchar ese sentir armonioso con los ritmos y cadencias de nuestro pequeño planeta y todos los sistemas que vivimos en él. La experiencia de subir a la montaña es el aprendizaje en la vida. Los desafíos empiezan cuando nace el deseo de autoconocernos. Un día en la vida, la búsqueda empieza y no termina hasta que el deseo se satisfaga a si mismo, hasta que descubrimos que hay un mas allá en el más acá
La montaña también representa el mundo espiritual, lugar donde podemos escarbar en nuestra memoria y encontrar no sólo a muchos espíritus que siempre nos acompañaron en nuestras vidas, sino la oportunidad para recrear nuestros sueños, es decir, encontrar la más grande y significativa Visión para nuestras vidas.
Podemos encontrar nuestra montaña en cualquier lugar de nuestro entorno. Siempre hay una ventana, una terraza, un mirador, un parque, un rincón de nuestra casa que nos está esperando para estar en esa Búsqueda de Visión. En grupo, también podemos compartir esta experiencia. Nos juntamos en confianza y cerrando los ojos, nos dejamos llevar por un aroma, una música o un tierno murmurar melódico que nos induce a todos en una visión. Vamos diciendo lo que vemos con respecto a lo que sentimos y cómo sentimos que será un mañana… libremente, con asombro amoroso, con respeto y en paz. Es sentir otra vez ese compartir con las danzas de nuestro planeta, es canalizar una energía que nos regala la conciencia del todo para que la nuestra pueda sentirla, visualizarla, amarla y compartirla. Así, nuevamente conversamos con las montañas, lanzando juntos nuestros sueños y esperanzas a las estrellas, dejando que fluya la música de la Tierra.
Son los tiempos del despertar de la Madre Tierra, y nos deja su Visión en nuestro intuir. Busca tu Visión, toma fuerza y voluntad con esa Visión que nos orienta, dejando toda su inteligencia en el corazón y todo su amor en nuestra inteligencia.
Por Fernando Antonio Araya Urquiza, Director de Ambar del Alma